El duelo en pérdidas gestacionales
El embarazo y el vínculo que se forma en ellos
El embarazo y el nacimiento de un hijo son momentos trascendentales en la vida de muchas mujeres y sus familias, llenos de emociones, esperanzas y expectativas sobre la llegada de un nuevo miembro. Durante el embarazo, la mujer experimenta cambios físicos y psicológicos significativos, percibiendo al feto como una extensión de sí misma. Esta percepción establece las bases para el vínculo de apego que se formará entre la madre y el bebé, y juega un papel crucial en su autoestima. El embarazo puede satisfacer ciertas aspiraciones, como la de crear o aumentar la familia, tener un proyecto personal mayor, o la posibilidad de educar y criar.
Pero, ¿qué ocurre cuando un embarazo no resulta en el nacimiento de un niño sano?
La pérdida gestacional: un -todavía- tema tabú
Estos primeros trazos confirman que una mujer que experimenta un aborto espontáneo se enfrenta a múltiples pérdidas. Por lo tanto, es natural que después de una experiencia así, se inicie un proceso de duelo. Sin embargo, en una sociedad que no reconoce esta realidad en la vida de muchas mujeres o que minimiza este dolor, atravesar un duelo podría transformarse en una especie de tormento psicológico (Puebla Santander, 2022). Según Oviedo, Urdaneta, Parra y Marquina (2009), cuando ocurre una muerte perinatal, la madre puede experimentar una serie de sensaciones, donde se encuentran algunas ya descritas: vacío físico, sentimientos de inadecuación, pérdida de autoestima y culpa, así como la percepción de que una parte de ella ha sido dañada.
Anteriormente, se pensaba que la pérdida de un embarazo era menos dolorosa que la de un adulto. Sin embargo, estudios recientes indican que la madre, después de llevar al feto en su vientre durante semanas, y luego recibir la noticia de la muerte gestacional, puede experimentar sentimientos intensos y devastadores, similares a los de alguien que ha perdido a un ser querido adulto (Oviedo-Soto et al., 2009). Este aspecto, sumado a lo tabú que se le asocia a una pérdida perinatal, aumenta el silencio y secretismo que la rodea.
La mujer, por medio de un aprendizaje social y cultural, a no expresarse verbalmente sobre temas como la fertilidad, el embarazo, menstruación o menopausia, más allá que en círculos considerados como privados y/o donde se encuentren más mujeres inmersas (Grimalt & Heresi, 2012).
El duelo por pérdida gestacional
Si, como bien descrito, el duelo es “un camino sin atajos” (Rocamora, 2022), en el caso del duelo por la pérdida de un hijo/a nos encontramos ante una situación particular. Ya no es sólo que estas muertes parecen no seguir la evidente línea evolutiva del ser humano, es que -literalmente- la pérdida de un hijo/a no tiene nombre. No existe una palabra capaz de recoger semejante situación. Sabemos cómo llamar a aquellos/as que pierden a sus progenitores (huérfanos) o a quienes pierden a su pareja (viudo/a) (López Fuentetaja & Iriondo Villaverde, 2018).
Pero, ¿cómo ponerle nombre a la pérdida de un hijo/a? Este es uno de los aspectos llamativos que recoge el lenguaje que nos obliga a centrar la atención y ayuda en especial en este tipo de duelos.
A la importancia de esto descrito, debe añadirse el hecho de que en la actualidad el avance tecnológico y médico es tal que permite nuevas formas de quedar embarazada, así como facilita el apego temprano entre el feto y progenitores, a través de ecografías de imagen etc (López García de Madinabeitia, 2011). Si nos remontamos tiempo atrás, en la década de los años 70, la pérdida de un bebé como la que se describe aquí, no era si quiera objeto de estudio o atención. Esto se debía al pensamiento de que el vínculo con el/la hijo/a no surgía hasta el momento del nacimiento. Afortunadamente, la literatura posterior recoge como el vínculo comienza a formarse desde las primeras representaciones simbólicas que forman madres/padres sobre el bebé, así como el simbolismo y significado a nivel vital del embarazo para ellos (Dallay, 2013).
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